lunes, 30 de marzo de 2015

XXX Edición de Relatos Fundamentales



Tema: UCRONÍAS o ¿qué pasaría si algo del pasado hubiese sido distinto? No tiene porqué cambiar toda la historia, puede que sólo un matiz o quizá tan sólo la historia personal de cada uno. ¿Qué habría pasado si...? Puede plantearse como un anhelo y no como una historia alternativa, como una concatenación de hechos a nivel personal o como toda una revolución... Libres las interpretaciones.

Extensión: libre

Fecha límite para subir los relatos: Hasta un día después de la cena y lectura, ya que el escritor podría alegar que esto podría representar el anhelo de ucronía en la edición...

Fecha de la cena: (modificable) Sábado 18 de Abril a cenar. A partir de las 20:00 

Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos entre los participantes aleatoriamente para su lectura, salvo que algún autor prefiera leer el suyo por alguna causa justificada. Se recomienda al lector leer previamente el relato, para tratar de ser fiel a la intención del creador del escrito.

8 comentarios:

  1. ¿Que pasaría si la tostada no cayera siempre boca abajo? Pues que el suelo estaría limpísimo.

    ¿Y si las palomas no cagaran en la cabeza de la gente? Pues que tu pelo se vería precioso.

    ¿Y si esa columna fuera de tu campo de visión no alcanzara ferozmente el lateral de tu coche? Pues que nadie creería en las columnas mágicas que se forman de la nada en cuestión de minutos. Y las aseguradoras posiblemente quebrarían todas.

    ¿Y si te levantaras de buen ánimo según suena tu despertador a las 6:50am? Pues que no serías tu, seria tu superclon supermejorado X100.

    ¿Y si no te pusieses a decir todos los insultos que te sabes cuando estas en un atasco infernal? Pues que explotarías dentro del coche y se pondría todo perdido.

    ¿Y si no se te hubiera manchado la camisa justo antes de aquella entrevista de trabajo? Pues que, probablemente, ahora serías el presidente de Estados Unidos.

    ¿Y si no hubieras tenido que esperar una media de una hora cada vez que has ido al médico de cabecera a media mañana? Pues que ahora tendrías unos dos años más de vida que te habrías tomado sabáticos y estarías en Bali bebiendo mojitos. A lo tonto, habrías ganado en salud.

    ¿Y si no lloviera el día posterior a que laves el coche después de un año? Pues que no tendrías excusa para apelar a la injusticia divina de las condiciones meteorológicas.

    ¿Y si no te cambiaras a la cola que siempre crees que es más corta que en la que estás? Pues que no se habría hecho más larga por tu presencia y hubieras llegado antes.

    ¿Y si esa herramienta de hierro puro no se te hubiera caído en el dedo gordo del pie? Pues que ahora no tendrías ese juanete tan sexy.

    ¿Y si hubieras tenido un bolígrafo al lado del teléfono cuando necesitabas apuntar esa dirección? Pues que no habrías dado esa apasionante vuelta por todo el barrio.

    ¿Y si no llegara el bus justo en el momento en que te enciendes el cigarrillo? Pues que ahora tendrías una tos de mil demonios.

    ¿Y si no hubieras andado descalzo por la cocina? Pues que no habrías encontrado ese último trocito de cristal del vaso que se rompió hace 8 meses.

    ¿Y si no hubieras echado a andar después de esperar 40 minutos el bus? Pues que no hubieras permitido que toda esa gente por fin iniciase el camino a casa un minuto y medio después y habrías contribuido a discusiones familiares a altas horas de la noche, desconsiderado.

    ¿Y si ese pedo silencioso no hubiera olido? Pues que no habría estado toda esa gente para poner en evidencia esa pestilencia indescriptible y ahora serías una persona digna.

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  2. Sábado por la mañana: el relato aún sin escribir, y la idea todavía por surgir. ¡Maldita procrastinación! Palabro que, por cierto, casi con total probabilidad no habría llegado a conocer de no ser por los fundamentales. Lo he vuelto a hacer… después de pasar las últimas horas imaginando ucronías que desarrollar, he entrado en bucle.

    Empezar a plantearlo todo en estos términos de ‘¿y si…?’ es un vicio y un peligro. Si tuviera un pasado heroinómano podría decir con toda autoridad que esto de las hipótesis con efecto retroactivo engancha más que el jaco. Pero por hache o por be, mi vida ha ido por otros derroteros y no se me ha presentado la oportunidad de probar drogas duras. Así que como mucho podría decir que las ucronías enganchan más que una bolsa de Ruffles jamón, que no es tan efectista.

    Cuando se empieza con el juego del ‘¿y si?’ lo más fácil es caer en la cuenta de lo aleatorio de la propia existencia. ¿Y si hubiera habido un pequeño cambio en todas las condiciones que tuvieron que darse para que mis padres se conocieran? ¿Y si llegados a este punto de cúmulo de maravillosas casualidades (para mí), mi madre hubiera tenido un poco más de carácter y mi padre hubiera sido un poco menos perseverante?… La respuesta es fácil: que una no estaría aquí, ocupando espacio en el mundo.

    Pasado el momento de ombliguismo, toca pensar en grandes episodios históricos. ¿Y si Hitler no hubiera nacido o no hubiera llegado al poder? ¿Y si las guerras las hubiera ganado el otro bando? ¿Y si África y Sudamérica hubieran conseguido la organización y los medios para no dejarse subyugar por occidente? ¿Y si Iniesta no hubiera marcado? Y menos con la última pregunta, se me nubla la vista ante ese paisaje geopolítico que pudo haber sido y no fue.

    Sin embargo, no puedo evitar pensar que en muchos casos, de una forma u otra, hubiéramos llegado al mismo resultado. Pero eso es determinismo, y no quiero ser determinista. No quiero pensar que hay una voluntad divina por la que se rige el mundo y que las acciones humanas no importan porque hay una estructura prefabricada en la que lo que tenga que ser, será. Pero no sé hasta qué punto la voluntad de las personas puede cambiar las cosas y dominar el factor suerte.

    Y como no soy ni lo bastante culta y reflexiva para llegar a una conclusión firme, ni lo suficientemente tonta para no plantearme la cuestión, empiezo a divagar y termino, original de mí, con el ‘solo sé que no sé nada’. Bueno, en realidad sólo sé que he estado a punto de escribir un relato en el que a Sabrina no se le salía la teta, pero temía no estar a la altura en un asunto de tamaña envergadura.

    Me hubiera gustado tener una idea mejor, y así no habríais tenido que escuchar esto. Pero ya no se puede dar marcha atrás.

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  3. 1633, Roma, Tribunal de la Santa Inquisición
    Con lágrimas en los ojos, Galileo negó la teoría heliocéntrica. Unas palabras se agolpaban en su mente: “y sin embargo se mueve”… Pero le asaltaban las dudas. ¿Había llegado demasiado lejos? Quizás debió acabar la carrera de Medicina y dejarse de péndulos y demás historias… ¿Y si se callaba?

    1854, Michigan
    Samuel y Nancy se miraron con preocupación. Por si no eran suficientes las dificultades que entrañaba la migración, ahora querían expulsar a Thomas del colegio alegando la “falta absoluta de interés y la torpeza manifiesta”. Daba igual el brote de escarlatina que le había dejado medio sordo. ¿Y si la única manera de labrarse el porvenir fuera acudiendo a la escuela? ¿Y si acudían a hablar con el profesor para que lo readmitieran?

    1883, Varsovia
    Cuando Marie, después de haber obtenido una medalla de honor en la escuela, sufrió un colapso, los padres pensaron en meterle caña para que continuara a curso por año con los estudios adecuados para mujeres. Tenía capacidad y lo podía hacer.

    2038, Villamayor del Monte
    Laureana tomó el candil, y arremangándose las enaguas del vestido, se acercó a su marido.
    -Manolo, tenemos que hablar. Carmen ha traído las notas del cole.
    -¿Y qué tal?
    -Los profesores dicen que está en Babia. En casa está todo el día en el desván jugando, y diciendo que es la Tierra la que gira alrededor del Sol y que los cuerpos están compuestos por partes más pequeñas. Quiere ponerse pantalones y estudiar cosas de hombres.
    -No me dés estos disgustos- respondió Manolo agarrándose el pecho.
    Laureana frunció el ceño con preocupación, aunque a la luz del candil poco se podía apreciar.
    -¿Te sigue doliendo el pecho? Espero que no sea un catarro.
    Los dos se miraron. Un catarro podía ser mortal. No tenían dinero para ir a un curandero.
    -Voy a salir a buscar agua- dijo Manolo.
    -No te preocupes, voy yo. Estás enfermo. Tienes que descansar. Cuando vuelva la calentamos y te haces unos vahos, a lo mejor te remedia.
    -Ya estás con tus remedios naturistas, Laureana. Esto es un castigo divino, ya lo sabes. Si los Dioses deciden llevarme, no hay nada que hacer.
    Desalentada por las palabras de su marido, Laureana salió a la calle. Los últimos rayos de sol de aquel día de finales de marzo intentaban alegrar el lúgubre, triste y humilde pueblo. En esos momentos, echaba de menos a sus padres, que fallecieron por escarlatina cuando ella era pequeña. ¿Cómo podían seguir adelante las cosas, el mundo exterior, cuando todo se detenía por dentro, y cuando estabas tan triste por dentro? Había tenido que trabajar duro desde pequeña. Una tía se hizo cargo de ellos. Era severa. Y su tío muchas veces la miraba debajo de la falda, nunca supo por qué. Un día se lo contó a su tía y le soltó un bofetón. No había podido ir a la escuela, pero en los ratos libres, ojeaba las revistas prohibidas de su madre, que hablaban de electrones, y de que las enfermedades estaban causadas por bichitos.
    Ya de vuelta, iba tan cargada que se tropezó y se hizo daño. No fue un gran tropiezo, pero fue la gota que colmó el vaso. Todo por apresurarse por el toque de queda. Puñetera obediencia.
    Se sintió tan desalentada que decidió tirar la toalla. Si no querían a Carmen en el colegio, ella le enseñaría en casa. Ya se había cansado de luchar. Las cosas habían sido demasiado difíciles en su vida.

    2076
    Un planeta entero conmocionado asiste a los pasos del hombre en la Luna.

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  4. -Realmente, yo estoy aquí por el calendario escolar.

    Todos los integrantes del grupo se miraron y me dirigieron comentarios del tipo “sí, te entiendo, yo al principio también ponía toda la responsabilidad fuera”.

    Bueno, pero es que era más simple de lo que parecía. Fui a sacarme sangre. Normalmente no miro, porque me mareo. Pero es que ese día el enfermero tenía una pinta estupenda así que me hice la valiente y catapum, al suelo.

    Me rompí un diente. Sí, el enfermero, siguiendo mis anhelos, se me acercó mucho a la cara para socorrerme, pero ni un boca a boca ni leches, que sólo había sido un vahído. Además, en medio de la conmoción vi un anillo de casado en el dedo, seguro que había cambiado el turno de tarde a la mañana para recoger esa tarde los niños al cole, que ese día era fiesta escolar.

    -En mi caso es verdad- insistí, pero los miembros del grupo seguían en sus trece y no me dejaron contar esto.

    Me recomendaron una dentista en la calle Fuencarral. Y empezó un periplo de excursiones a dicha calle, mi perdición. Y así fue como empezó mi adicción a las compras. En el mercado de Fuencarral.

    -Si esa mujer que me vende los vestidos no fuera argentina y no tuviera esa labia, no me habría enganchado- el grupo me miró con reprobación-. Si la política en Argentina no estuviera como está, ella no habría emigrado…

    No lo estaba arreglando.

    Y esa es la historia por la que estoy en en grupo de terapia de Compradores Compulsivos.

    Aunque también es verdad que si me hubiera buscado un piso en el barrio de Chamberí de Madrid, que me encanta, mi Centro de Salud sería otro y a lo mejor los enfermeros no estaban tan buenorros.

    El caso es que mi cuenta corriente está maltrecha, mi diente roto y ahora voy a terapia a Compradores Compulsivos. Eso sí, mi dentista cuenta unos chistes geniales y su hijo está de toma pan y moja. Y no lleva anillo de casado. ¿Y si mi dentista y su marido nunca se hubieran conocido?

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  5. Y sucedió, contra todo pronóstico basado en la lógica más mundana, que aquella cáscara de plátano del almuerzo se cruzó en la intersección perfecta entre su pie y el suelo. El resbalón resultante de la ecuación se dicotómizó: por un lado, sus huesos dieron en el suelo con el crujido propio de un macabro xilófono, y por el otro, su cuaderno de apuntes titulado "RECOPILATORIO RESUMIDO DE HECHOS HISTORICOS RELEVANTES DEL UNIVERSO HUMANO*, salió despedido con acertada precisión contra la hendidura gravitacional que perforaba el espacio-tirmpo como un punzón. La cara de horror de Hashimoto, becario en funciones y estudiante de doctorado de la facultad de ciencias físicas de la liga universal para el estudio de los saltos temporales, pudo asemejarse al grito de Munch (que desapareció en ese mismo instante de la pinacoteca holandesa). Eso si no hubiese sido un inexpresivo imberbe japonés.

    En algún momento del crisol espaciotemporal del multiverso, Adolf Hitler tamborileaba con los dedos sobre la mesa de su escritorio absorto en una mosca que revoloteaba en la chimenea cuando un fuerte golpe le sacó de sus pensamientos. Se levantó dispuesto a llevar ante un pelotón de fusilamiento al responsable. En lugar de eso, vio un cuaderno sobre su mesa que no recordaba. Primero porque era naranja fosforito, y después porque estaba plagado de pegatinas de mujeres asiáticas semidesnudas.



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  6. Bullen en mi cabeza cientos de “Y sís”. Como moscas absurdamente persistentes revolotean, pesados, alrededor de cada instante, invadiendo cada minuto vacío de una eterna noche en blanco. ¿Y si hubiese hecho esto, y si hubiese dicho aquello…?

    Sacudo estas ideas pero su estela pesada se acumula en mi estómago. ¿Y si hay algo más que hubiese podido hacer ? ¿y si hubiese aprendido antes lo que ahora ya sé?

    Ocupo la mente y las manos en tareas mecánicas o estimulantes:

    Limpio obsesivamente la casa.
    ¿Y si yo hubiera…?
    Hablo por teléfono con una amiga
    Entonces él…
    Limpio obsesivamente la casa.
    Tal vez…

    Me ducho con agua que arde. Escribo un informe urgente. Cocino un plato de pasta. Hago la declaración de la renta. Bebo otra copa de vino. Me apunto a natación. Voy de compras. Lloro. Pierdo un bus. Relleno un sudoku. Consulto facebook. Devoro un helado. Trabajo. Me corto las uñas. Sueño.

    ¿Y si? ¿Y si? ¿Y si?

    Malditas tramposas ucronías

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  7. Hoy el mar es diferente. Durante la noche ha asesinado a una chica. Era sólo una adolescente jugando a bañarse de noche con amigos. Esta mañana, el sol se asoma entre nubes, como suele hacer en el cantábrico, y baña de luz la playa, las sombrillas y los niños. El agua verde esmeralda me parece, sin embargo, aterradora. Los reflejos en las olas, la espuma desbordante, el aroma a molusco y roca y el contraste con la arena forman una imagen apacible y bella que me descompone por dentro. Como si la eterna cadencia de las olas rompiendo contra la orilla y la neutralidad de la espuma desplegándose en mosaicos sobre las rocas tratase de hacernos olvidar.
    Esa cruel y parsimoniosa indiferencia…
    Esa implacable aleatoriedad…
    Me confunden, me asustan.
    Y el sol moviendo el viento, y el viento la hierba de los acantilados. Y en el silencio, un par de lanchas y un helicóptero pasan peinando la costa. Están buscando un cadáver.
    En el verano de 2008, durante los Juegos Olímpicos de Pekín, estuve en Barcelona unos días y vimos por la tele una final de natación en la que había una española. Recuerdo que habíamos subido corriendo desde la playa para ver la final porque un editor despistado, había dejado que se colara el artículo de un periodista comprometido con el deporte olímpico y habíamos leído que aunque no la conociera nadie, la chica española prometía mucho. En efecto, Mireia Belmonte tenía mucho que decir y consiguió hacer verdaderas proezas, aquel año y los siguientes. Nosotros no la habíamos visto nunca pero nos emocionamos con la carrera y gritábamos al televisor para animarla. No es fácil conseguir esto, pero la nadadora catalana lo hizo y sus logros y records mundiales empezaron a ser escandalosos para todo criterio periodístico y deportivo. Era sin duda la ocasión de oro para que la televisión pública, que se supone no rinde cuentas de audiencia a nadie, utilizase sus medios, tiempos y espacios para hablar de esta joven atleta que merecía ser portada de los periódicos deportivos. Y debió haberlo hecho. Al otro lado del televisor, estaba la gente, que merecía algo más que sólo fútbol, y entre todos ellos, una niña indecisa, que no sabía a qué actividad extraescolar apuntarse el próximo curso. Quizá hubiese escogido natación, en vez de eso otro que eligió. Quizá lo hubiese hecho de haber tenido un referente, una heroína, un personaje público que saliese mucho por la tele, como se merecía. Quizá entonces habría estado entrenada y habría aguantado la corriente. Quizá se habría acordado de Mireia, luchando por la medalla, cuando el agua fría y negra empezó a arrastrarla. Quizá no se hubiese dado por vencida porque sabía cómo optimizar las brazadas y no entrar en pánico. Habría mirado al oscuro océano a los ojos y habría recordado la final del 2008. Quizá hubiese aprendido en natación a no nadar contra la corriente. Quizás entonces yo no me acordaría siempre de Belmonte, mientras miro desconfiado el mar de noche y un escalofrío de terror me recorre la espina dorsal cuando clavo mis ojos en lo profundo, donde no se distingue el negro del agua y del cielo y me imagino qué habría hecho yo, o si acaso hubiese tenido la más mínima posibilidad.
    Pobrecita.
    Hoy el mar es diferente, pero podría no haberlo sido…

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  8. Ulises sentía que solo podía elegir. En la página 66 partía de Troya, con Aquiles muerto y héroe. En cambio en la 650 mataba a Paris y permanecía junto a la bella Helena. Los capítulos impares le habían llevado junto a Circe, pero renunciaba así a los encantos de Calypso.
    Tantas opciones y todas buenas. Su cabeza divaga un sinfín de posibilidades e “y sis” posible. Sin embargo y desde hacía tiempo sentía una especie de nostalgia justo antes de pasar las consiguientes páginas. Él era el responsable de su destino, había matado a los dioses y por fin gobernaba su timón. Sin embargo zozobraba, ya no recordaba porque emprendió el viaje, ni a donde debía llegar. Un vacío existencial le inundaba ciertas noches, y sentía que aquel no era su destino, que podía haber más, y si…
    El mismo viaje que tanto añoraba se había convertido en tedio. Quedarse suponía renunciar a todas las posibilidades posibles. Marchar afrontar la tempestad. Con cada nueva elección sentía que una pequeña parte de él moría. Ya no podía disfrutar, ya no podía estar, sólo podía planear.
    Cuenta la leyenda que años después en una pequeña isla del mar Tirreno, vivía un hombre añoso apodado Jombar, no recordaba en realidad su nombre, y su cabeza divagada entre historias de sirenas y bravos guerrero. Sin embargo en las noches de tormenta, su mirada se perdía y pedía a un tal Zeus la vuelta a Ítaca. Cuando las brumas de la tormenta desaparecían no recordaba nada, y hablaba de Circe y las sirenas.

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